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9. Respiración abdominal o diafragmática.

Tenemos diferentes tipos de respiración, sin embargo, la más recomendable para meditar es la respiración abdominal o diafragmática.

Nos sentamos en el suelo boca arriba, si lo preferimos, y relajamos los hombros, dejándolos caer hacia abajo, sin tensión. Colocamos una mano sobre el abdomen y la otra en el pecho. Inhalamos por la nariz cuatro segundos, sintiendo que el aire viaja hacia el abdomen y este se expande.




Las costillas inferiores se mueven hacia fuera y el estómago se eleva por encima del pecho. Apretamos los labios y expulsamos el aire durante unos segundos mientras presionamos ligeramente el abdomen. Los pulmones vuelven a su posición de reposo cuando el diafragma deja de contraerse.

Beneficios de la respiración abdominal.

1. Corregimos la acidificación de la sangre.

Al ser un proceso consciente, esta respiración nos permite pausar la frecuencia respiratoria evitando la taquipnea o hiperventilación subclínica propia de los estados de ansiedad o estrés. De este modo evitamos que la sangre se acidifique por exceso de oxigeno en relación con el CO2, lo que comporta mareos, nerviosismo y diversos síndromes neurológicos. La respiración abdominal nos devuelve los niveles normales de CO2 en sangre y nos ayuda a eliminar la ansiedad.


2. Estiramos la columna. La respiración abdominal nos permite extender las vértebras dado que en la expulsión del aire el diafragma asciende empujando los pulmones y la espalda. Podemos aprovechar para ayudar e intensificar este movimiento con los hombros y los dorsales, de modo que estiremos las vertebras ayudándolas a separarse, de modo que prevengamos protusiones y agarrotamientos de los discos.


3. Pautamos el ritmo respiratorio. La respiración abdominal nos ayuda a respirar con más lentitud y por tanto a relajarnos y tomar consciencia de lo que hacemos al concentrarnos en ello, dejando de lado todo tipo de preocupaciones y ciclos obsesivos que nos generen estrés.


4. Mantenemos la elasticidad pulmonar. La máxima capacidad pulmonar que alcanzamos en cada respiración es de unos seis litros de aire y a partir de los cuarenta años la misma empieza a decrecer. De tal suerte que cuando llegamos a los sesenta años nuestra capacidad pulmonar puede ser un 30% inferior a la que teníamos con treinta. Una de las causas es que no "entrenamos" a los pulmones para que mantengan su elasticidad y se atrofian debido a cambios en los tejidos, los músculos, los huesos y el sistema nervioso. La respiración abdominal es un buen ejercicio para mantenerlos elásticos y tonificados.


5. Aprovechamos mejor la capacidad pulmonar. Al tirar el diafragma hacia abajo, los pulmones se expanden en profundidad alcanzando su volumen óptimo, con lo cual entra más oxígeno en el cuerpo, sin detrimento del CO2, lo que permite aportarlo a las células sin necesidad de aumentar ni la frecuencia cardíaca ni la respiratoria. Esto redunda a la larga en una mejor salud cardiovascular. Los principiantes deben de practicar este tipo de respiración diez veces diarias hasta que la dominen, notarás como la ansiedad y el estrés desaparecen.


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